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El nuevo pulso de la inflación Europa y EE. UU. frente al reto de estabilizar precios

octubre 1, 2025
El nuevo pulso de la inflación Europa y EE. UU. frente al reto de estabilizar precios

El nuevo pulso de la inflación Europa y EE. UU. frente al reto de estabilizar precios

El arranque de octubre de 2025 ha traído consigo una advertencia clara: la inflación, que muchos creían domesticada, muestra señales de persistencia y resistencia. Según los datos más recientes de los institutos estadísticos europeos, los precios en la eurozona se mantienen en torno al 2,9 % interanual, impulsados nuevamente por la energía, los servicios y la recuperación de la demanda interna. En España, el repunte de septiembre confirmó esa tendencia, con un incremento de dos décimas respecto a agosto, lo que ha despertado nuevas inquietudes entre analistas y autoridades monetarias.

El contexto global tampoco ayuda. Estados Unidos enfrenta una incertidumbre fiscal por el posible cierre parcial del Gobierno federal, mientras China muestra un crecimiento más débil de lo esperado. En este escenario, los bancos centrales deben equilibrar cuidadosamente sus decisiones: mantener la inflación bajo control sin asfixiar la recuperación económica.

La inflación se ha convertido nuevamente en el tema central del debate económico. Los consumidores la perciben en su día a día —en el supermercado, en la factura de la luz, en el alquiler—, mientras los mercados financieros intentan anticipar los próximos movimientos del Banco Central Europeo (BCE) y de la Reserva Federal (Fed). El desafío no solo radica en los precios actuales, sino en la persistencia de las expectativas inflacionarias.

Un repunte que sorprende a los analistas

Durante el verano de 2025, la mayoría de los pronósticos apuntaban a que la inflación seguiría moderándose de forma constante. Sin embargo, los datos de septiembre rompieron esa previsión. Las cifras oficiales muestran que el Índice de Precios al Consumo (IPC) de la eurozona aumentó dos décimas hasta situarse cerca del 3 %.

La energía volvió a ser la gran protagonista. El encarecimiento del gas y del petróleo, influido por tensiones geopolíticas en Oriente Medio y la menor oferta de crudo por parte de la OPEP, disparó los precios industriales y, con ellos, los costes de transporte y producción. Además, el retorno de la demanda energética tras el verano y las oscilaciones del euro frente al dólar agravaron el impacto.

En el caso español, el INE señaló que los precios de la electricidad y los carburantes subieron más de lo esperado, aunque la inflación subyacente —que excluye energía y alimentos no elaborados— se mantuvo estable en torno al 2,3 %. Este dato es alentador, pero no suficiente para tranquilizar a los mercados.

El problema, según los expertos, no es tanto el nivel absoluto de inflación como su inercia estructural. Los precios de los servicios —restauración, transporte, turismo— se mantienen elevados, lo que indica que la economía aún no ha digerido completamente los efectos del shock inflacionario de 2022-2023.

Las raíces del fenómeno: energía, salarios y expectativas

La inflación actual no responde a un solo factor, sino a una combinación de causas estructurales y coyunturales.

a) Energía: el combustible del nuevo ciclo inflacionario

La energía sigue siendo el motor principal de la inflación. La reducción de reservas europeas de gas, el cierre temporal de plantas nucleares en Francia y Alemania y las tensiones con Rusia han elevado los precios mayoristas. Además, los mercados de futuros del petróleo anticipan precios por encima de los 90 $ por barril, lo que complica aún más la situación.

Cada punto porcentual de incremento en el coste energético tiene un efecto multiplicador sobre la cadena de producción: transporte, manufacturas, agricultura y servicios.

b) Salarios: la doble cara del aumento retributivo

Las subidas salariales son positivas para los trabajadores, pero pueden alimentar la inflación si las empresas trasladan esos costes a los precios. En España, los convenios colectivos firmados en 2025 incluyen aumentos de entre el 3 % y el 4 %, especialmente en sectores como hostelería, logística y sanidad.

Este fenómeno genera una tensión clásica: el equilibrio entre protección del poder adquisitivo y mantenimiento de la competitividad empresarial.

c) Expectativas inflacionarias: el riesgo invisible

Las expectativas son un elemento clave del fenómeno inflacionario. Si los hogares y las empresas esperan que los precios sigan subiendo, sus decisiones de consumo e inversión se adaptan a esa percepción. Los bancos centrales saben que controlar la inflación no es solo una cuestión de estadísticas, sino de confianza y credibilidad.

En este momento, las encuestas del BCE revelan que el público espera una inflación promedio del 2,6 % en los próximos dos años, ligeramente por encima del objetivo oficial del 2 %. Ese margen, aunque pequeño, demuestra que la inflación psicológica aún no está totalmente anclada.

Los efectos sobre la economía real

i) Pérdida del poder adquisitivo

La inflación actúa como un impuesto silencioso. Los salarios nominales pueden subir, pero si los precios aumentan más rápido, el poder de compra se erosiona. Los consumidores perciben que cada euro rinde menos, lo que repercute en la confianza y en la disposición a gastar.

ii) Incremento del coste de financiación

Los tipos de interés permanecen en niveles históricamente altos. Las empresas y familias que necesitan crédito se enfrentan a mayores costes financieros, lo que reduce la inversión y el consumo. Para los Estados, el servicio de la deuda también se encarece, limitando el margen de maniobra fiscal.

iii) Repercusiones en la inversión

La inflación genera incertidumbre. En entornos volátiles, las compañías tienden a postergar proyectos de inversión. Sectores como la construcción, la automoción y la tecnología dependen fuertemente de la estabilidad de precios para planificar su producción.

iv) Mercado laboral dual

La inflación no afecta a todos por igual. Mientras los trabajadores con poder de negociación logran proteger sus ingresos, los empleados con contratos precarios o temporales enfrentan más dificultades. Esto amplía la brecha salarial y genera tensiones sociales.

 Las respuestas de los bancos centrales

a) El BCE entre la cautela y la persistencia

El Banco Central Europeo mantiene su tipo de referencia en el 4 %, el nivel más alto desde 2008. Aunque la inflación se ha moderado desde los picos de 2022, los responsables del BCE temen un rebote prematuro si relajan su política monetaria demasiado pronto.

Christine Lagarde, presidenta del organismo, ha señalado que cualquier decisión de reducción de tasas deberá basarse en una “confianza sostenida” de que los precios convergen al objetivo del 2 %.

El BCE enfrenta un dilema: combatir la inflación sin frenar el crecimiento. Si los tipos se mantienen demasiado altos, la economía europea podría entrar en un enfriamiento prolongado.

b) La Reserva Federal y la economía estadounidense

En Estados Unidos, la Reserva Federal (Fed) ha adoptado una postura similar. Tras varios trimestres de endurecimiento, los datos de inflación y empleo mixtos obligan a una política de “esperar y ver”. La posibilidad de un cierre del Gobierno federal, además, complica la disponibilidad de datos económicos y genera incertidumbre sobre la política fiscal.

La perspectiva de los mercados

Los mercados financieros han reaccionado con una mezcla de prudencia y nerviosismo.

  • El euro se mantiene débil frente al dólar, reflejando la diferencia de ritmos entre ambas economías.
  • Los bonos soberanos europeos muestran rendimientos en ligero ascenso, anticipando que el BCE mantendrá su política restrictiva más tiempo.
  • En bolsa, los índices europeos cotizan planos o ligeramente negativos, mientras el oro se consolida como activo refugio.

Los inversores buscan señales claras de que la inflación está bajo control, pero los datos contradictorios alimentan la volatilidad.

El vínculo entre inflación y desigualdad

La inflación también tiene un componente social. Los hogares de menores ingresos destinan una mayor parte de su presupuesto a bienes esenciales —alimentos, energía, vivienda—, precisamente los sectores donde más se han encarecido los precios.

Esta realidad genera una forma de inflación desigual, en la que los más pobres soportan una carga desproporcionada. Para ellos, la inflación no es una variable macroeconómica abstracta, sino una realidad cotidiana que afecta la capacidad de alimentarse, transportarse y vivir con dignidad.

Los gobiernos, conscientes de ese impacto, han implementado medidas de alivio: subsidios energéticos, topes a precios de alquiler, bonos sociales. Sin embargo, estas políticas tienen un costo fiscal y, en algunos casos, efectos secundarios inflacionarios.

Riesgos y escenarios hacia 2026

Escenario 1: Normalización gradual

La inflación se modera progresivamente a lo largo de 2026 gracias a la estabilización de los precios energéticos y a la prudencia de la política monetaria. Las tasas bajan de forma ordenada y la economía evita la recesión.

Escenario 2: Reaceleración inflacionaria

Nuevos choques de oferta o un repunte de la demanda global pueden provocar un nuevo brote inflacionario, similar al vivido en 2022. En este caso, el BCE y la Fed tendrían que volver a endurecer sus políticas, generando volatilidad y riesgos de recesión.

Escenario 3: Estancamiento prolongado

Si los precios permanecen altos pero el crecimiento se debilita, la economía podría entrar en una fase de estanflación, un escenario en el que la inflación convive con el estancamiento del PIB. Este es, para muchos economistas, el peor de los mundos posibles.

El equilibrio frágil de la estabilidad de precios

La inflación de 2025 demuestra que los precios pueden volverse persistentes incluso en ausencia de grandes shocks. En un mundo interconectado, las tensiones energéticas, las guerras comerciales y la incertidumbre geopolítica actúan como catalizadores de los precios.

Los bancos centrales, por su parte, enfrentan el desafío de no sobrerreaccionar. Una política excesivamente restrictiva podría convertir la desinflación en recesión. Pero si se relajan demasiado pronto, corren el riesgo de alimentar nuevas presiones inflacionarias.

La inflación, en última instancia, es un fenómeno político tanto como económico. Su control depende no solo de los tipos de interés, sino también de la confianza de los ciudadanos y de la coordinación entre políticas fiscales, energéticas y productivas.

En palabras de un economista del BCE:

“La inflación no desaparece; se transforma. Nuestro trabajo es impedir que vuelva a convertirse en una amenaza estructural”.

La batalla contra la inflación de 2025 aún no ha terminado. Lo que decidan los próximos meses determinará no solo el rumbo de los precios, sino el futuro económico de toda una generación.