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Inflación Global 2025 El mundo respira, pero el riesgo no ha terminado

octubre 19, 2025
Inflación Global 2025 El mundo respira, pero el riesgo no ha terminado

Inflación Global 2025 El mundo respira, pero el riesgo no ha terminado

El mundo entero parece estar saliendo, poco a poco, del laberinto inflacionario que comenzó con la pandemia, se agravó con la guerra en Ucrania y se consolidó con la crisis energética y de suministros de 2022.
Hoy, en 2025, las principales economías del planeta registran una moderación sostenida de los precios, aunque aún están lejos de la estabilidad ideal.

Según el Banco Mundial, la inflación global promedio se redujo del 8,9 % en 2022 al 4,7 % en 2025, pero sigue por encima del nivel previo a la pandemia, cuando rondaba el 2,5 %.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que 65 % de los países aún presentan tasas superiores al promedio histórico de estabilidad, y que varios mercados emergentes podrían volver a experimentar presiones inflacionarias si se reactivan los precios de la energía o el comercio internacional se fragmenta.

La tendencia general es positiva, pero también frágil: mientras las economías avanzadas comienzan a relajarse, los países emergentes siguen atrapados en el dilema del crecimiento débil y los precios altos.

El panorama actual: una calma relativa

La inflación global ha cedido terreno. Según el informe de Perspectivas Económicas Mundiales del FMI (octubre 2025), la tasa promedio global descendió a 4,7 %, frente al 6,9 % de 2023 y al pico de 9,5 % alcanzado a finales de 2022.

En el detalle por regiones:

  • Estados Unidos: 3,1 % interanual.
  • Zona Euro: 2,5 %.
  • Latinoamérica: 8,3 %.
  • África Subsahariana: 12,7 %.
  • Asia emergente: 4,1 %.

Esto significa que las economías desarrolladas están logrando contener los precios, pero las emergentes siguen luchando con efectos estructurales, como la depreciación de sus monedas, la dependencia de importaciones energéticas y la rigidez del gasto público.

La inflación, sin embargo, no desaparece: se transforma.
Ya no son los combustibles o los alimentos los principales responsables del aumento de precios, sino los servicios, los alquileres y los salarios, especialmente en sectores donde la oferta laboral sigue siendo escasa.

Las causas del enfriamiento inflacionario

La moderación de los precios tiene varios protagonistas. Algunos provienen del ámbito internacional y otros de las políticas internas adoptadas por los bancos centrales y gobiernos.

a) Energía más barata

Después del estallido de la crisis energética en 2022, el precio del petróleo y del gas se estabilizó.
El barril de Brent se mantiene por debajo de los 80 USD, y los precios del gas natural en Europa cayeron más del 60 % desde sus picos de guerra.
Esto redujo los costos de producción, transporte y electricidad.

b) Cadenas de suministro recuperadas

La normalización del comercio marítimo y el abaratamiento del transporte redujeron las distorsiones logísticas.
Los contenedores, que llegaron a costar 10 000 USD durante la pandemia, hoy se ubican en torno a 2 000 USD.
Esto eliminó un factor clave del encarecimiento global.

c) Política monetaria restrictiva

La Reserva Federal (Fed), el Banco Central Europeo (BCE) y los principales bancos centrales del mundo subieron las tasas de interés a máximos en más de una década.
El objetivo era claro: enfriar la demanda interna y anclar las expectativas inflacionarias.
Y funcionó, aunque con costos: crédito más caro, menor inversión y crecimiento más lento.

d) Efecto base estadístico

Comparar precios actuales con los picos de 2022 hace que las variaciones interanuales se vean menores.
El ritmo de aumento de precios bajó, pero los precios siguen siendo altos: en muchos países, los bienes básicos cuestan entre 15 % y 30 % más que antes de la pandemia.

La inflación que queda: servicios, salarios y expectativas

Aunque la tendencia general es descendente, la inflación subyacente (que excluye energía y alimentos) sigue siendo un desafío.
Según la OCDE, la inflación subyacente promedia 3,8 % en economías desarrolladas, impulsada por:

  • Servicios (transporte, salud, educación).
  • Costos laborales (salarios más altos para compensar pérdidas previas).
  • Renta inmobiliaria (subida de alquileres).

Esto crea un fenómeno conocido como “inercia inflacionaria”: los precios suben no por escasez o choques externos, sino porque las expectativas se ajustan lentamente hacia la baja.

Si los hogares y las empresas creen que la inflación seguirá alta, indexan contratos, salarios y tarifas, perpetuando el ciclo.

Las diferencias regionales: un mundo a dos velocidades

🔹 Estados Unidos y Europa: la victoria parcial

Ambas regiones han conseguido reducir la inflación sin provocar recesiones profundas.
El mercado laboral sigue sólido y el consumo resiste, aunque con señales de enfriamiento.
Los bancos centrales se debaten ahora entre mantener las tasas altas o comenzar a recortarlas para evitar dañar la recuperación.

🔹 América Latina: estabilidad frágil

En países como Brasil, México y Chile, la inflación bajó con fuerza gracias a políticas monetarias agresivas.
Sin embargo, otras economías como Argentina o Venezuela siguen en escenarios de inflación crónica.
En Argentina, por ejemplo, el índice interanual ronda el 31,8 %, y los controles cambiarios limitan la confianza del mercado.

🔹 Asia emergente: resiliencia y disciplina

Naciones como India, Indonesia y Vietnam se benefician de la diversificación productiva y la estabilidad monetaria.
Sus bancos centrales lograron equilibrar crecimiento y control de precios con medidas tempranas.

🔹 África y Medio Oriente: inflación importada

Las monedas locales depreciadas y la dependencia de combustibles importados hacen que la inflación siga alta, incluso cuando los precios internacionales bajan.
El caso de Egipto (26 % interanual) y Nigeria (30 %) refleja esa vulnerabilidad estructural.

El papel del empleo y los salarios

El mercado laboral global muestra un panorama mixto: bajo desempleo en países desarrollados, pero salarios que crecen más despacio que los precios acumulados.
Esto genera un dilema social: aunque la inflación baja, el poder adquisitivo aún no se recupera completamente.

En la Unión Europea, los salarios reales todavía están 3 % por debajo del nivel de 2019.
En América Latina, la caída fue más profunda, con pérdidas del 8 % al 12 %.

El FMI advierte que la recuperación salarial desigual puede alimentar tensiones sociales y presionar nuevamente los precios si los trabajadores reclaman ajustes masivos.

Los riesgos latentes: ¿podría volver la inflación?

Aunque las proyecciones son optimistas, los analistas coinciden en que el riesgo inflacionario no ha desaparecido.
Existen tres posibles detonantes de una nueva ola de aumentos de precios:

a) Crisis energética o geopolítica

Una escalada del conflicto en Medio Oriente o interrupciones en el suministro de petróleo y gas podrían disparar nuevamente los precios energéticos.

b) Fragmentación del comercio global

El aumento del proteccionismo, las tensiones entre China y EE. UU. y los nuevos bloques económicos (como BRICS+) podrían elevar los costos de importación y reconfigurar las cadenas productivas.

c) Relajación monetaria prematura

Si los bancos centrales bajan las tasas demasiado pronto, la demanda podría repuntar antes de que las expectativas estén completamente ancladas, reactivando la inflación.

Perspectivas para 2026–2028: tres escenarios

🔸 Escenario base – Moderación sostenida

Inflación global entre 3 % y 4 %, crecimiento moderado (2,8 %) y normalización monetaria gradual.
Este es el escenario más probable, según la OCDE y el Banco Mundial.

🔸 Escenario optimista – Desinflación completa

Los precios regresan a niveles pre-pandemia: 2 % en economías desarrolladas y 4 % en emergentes.
Para lograrlo, haría falta un ciclo prolongado de políticas fiscales prudentes, productividad creciente y estabilidad energética.

🔸 Escenario de riesgo – Recalentamiento

Un nuevo choque de materias primas o devaluaciones podría devolver la inflación global al 6 % o más.
Este escenario afectaría especialmente a los países con monedas frágiles y alta dependencia del dólar.

Consecuencias sociales: la nueva desigualdad inflacionaria

Uno de los efectos más visibles del ciclo inflacionario global ha sido el ensanchamiento de las brechas sociales.
Mientras los sectores más ricos pudieron proteger su patrimonio a través de activos financieros, las clases medias y bajas perdieron poder de compra.

El Banco Mundial estima que más de 70 millones de personas en el mundo cayeron en pobreza entre 2021 y 2023 debido al aumento de los precios de los alimentos y la energía.
Aun con la reciente moderación, los niveles de desigualdad siguen por encima de los observados antes de la pandemia.

En América Latina, la situación es especialmente crítica: la inflación golpea con más fuerza a los hogares que destinan la mayor parte de su ingreso a bienes esenciales.
El costo de vida se estabiliza, pero no retrocede.

Qué pueden hacer los gobiernos

El reto principal es lograr una “desinflación ordenada”, es decir, reducir los precios sin frenar la economía.
Para ello, el FMI recomienda una combinación de políticas:

  1. Mantener disciplina fiscal. Evitar déficits excesivos que generen más deuda e inflación futura.
  2. Fortalecer la independencia de los bancos centrales. La credibilidad es clave para anclar expectativas.
  3. Reformar mercados laborales. Incentivar la productividad y la formalización.
  4. Promover inversión en energía limpia. Reducir la dependencia de combustibles fósiles volátiles.
  5. Fortalecer redes de protección social. Mitigar el impacto del ajuste sobre los sectores vulnerables.

El equilibrio entre estabilidad y crecimiento será la clave de los próximos años.

Una victoria parcial

La inflación global se está moderando, pero la batalla no ha terminado.
Los precios ya no crecen al ritmo alarmante de 2022, pero el mundo aún no recupera la estabilidad previa a la pandemia.
El escenario actual es de vigilancia constante, donde cada política, cada tasa de interés y cada movimiento geopolítico pueden alterar el rumbo.

Los próximos años serán una prueba de madurez para las instituciones económicas y los gobiernos.
La inflación ya no es una tormenta pasajera, sino una advertencia estructural sobre cómo el mundo gestiona la escasez, la energía y la desigualdad.

El alivio ha llegado, sí. Pero el descanso, todavía no.