
Inflación en Argentina septiembre acelera los precios y desafía las metas de 2025
La economía argentina volvió a recibir un llamado de atención en septiembre.
Tras varios meses de moderación, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) mostró una aceleración inesperada, impulsada por los aumentos en energía, transporte y servicios. Según los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), la inflación mensual fue de 2,1 %, llevando la variación acumulada del año al 22 % y la interanual al 31,8 %.
El dato no solo preocupa por su magnitud, sino por su tendencia.
Después de un primer semestre de alivio relativo, septiembre marcó un quiebre en el ritmo de desinflación, evidenciando que el proceso sigue siendo frágil.
Los analistas advierten que el país enfrenta un nuevo equilibrio inflacionario, donde los precios no se disparan, pero tampoco logran estabilizarse.
El dato de septiembre: señales mixtas
El informe del INDEC reveló que el IPC nacional subió un 2,1 % en septiembre.
Aunque sigue siendo menor a los picos de años anteriores, representa una aceleración respecto a agosto (1,6 %) y corta la tendencia descendente que el Gobierno buscaba consolidar.
Por rubros, los mayores incrementos se observaron en:
- Vivienda, agua, electricidad y combustibles (+2,97 %), impulsados por ajustes tarifarios.
- Educación (+2,8 %), debido a aumentos en instituciones privadas.
- Transporte (+2,5 %), afectado por subas en combustibles y boletos.
- Alimentos y bebidas (-0,26 %), único rubro con baja leve, gracias a una mayor oferta agrícola.
En lo que va del año, los precios acumulan 22 % de aumento, una cifra que deja poco margen para cumplir la meta oficial del 25 % anual prevista en el Presupuesto 2025.
Energía y tarifas: el factor clave del mes
El componente energético fue el principal responsable del repunte inflacionario.
El alza del 4,6 % en la energía eléctrica residencial se explicó por la activación de la “banda amarilla”, un sistema de tarifas que se activa cuando baja el nivel de los embalses hidroeléctricos, obligando a usar fuentes más caras como gas o carbón.
La sequía en el norte y centro del país redujo la generación hidroeléctrica, y el uso de fuentes alternativas disparó los costos.
A esto se sumaron los incrementos en agua, gas y transporte urbano, que impactan de forma directa en el presupuesto de los hogares y en los costos logísticos de las empresas.
El efecto fue inmediato: en las grandes ciudades, la factura promedio de servicios públicos aumentó un 15 % intermensual, presionando la inflación núcleo (sin alimentos ni regulados), que también subió a 1,9 %.
Expectativas e inercia inflacionaria
Uno de los principales desafíos del Gobierno es romper la inercia inflacionaria.
Tras décadas de alzas de precios persistentes, la economía argentina funciona bajo un régimen de indexación informal: salarios, contratos de alquiler y servicios se actualizan automáticamente según la inflación esperada.
Esto genera un “efecto espejo”: aun cuando la inflación cede, las expectativas la mantienen viva.
Empresas y consumidores anticipan aumentos futuros y ajustan sus precios preventivamente, lo que perpetúa el círculo.
El Banco Central (BCRA) intenta contener estas expectativas con una política monetaria restrictiva y una comunicación más predecible, pero la confianza sigue siendo un bien escaso.
Sin un anclaje firme —ya sea fiscal, cambiario o institucional—, los avances corren el riesgo de revertirse.
Impacto sobre el consumo y los salarios
El dato de septiembre repercute directamente en el bolsillo de los argentinos.
El salario real continúa bajo presión: los ingresos nominales crecen a un ritmo menor que los precios, especialmente en el sector informal.
Un análisis del Centro de Estudios Económicos Orlando Ferreres señala que el poder adquisitivo promedio cayó un 2,5 % en el trimestre, lo que equivale a perder un mes de salario al año.
Las familias ajustan su consumo priorizando alimentos, medicamentos y transporte, mientras reducen gastos en bienes durables, indumentaria y ocio.
Las ventas minoristas, según la CAME, bajaron un 3,8 % interanual en septiembre, reflejando la pérdida de dinamismo del consumo interno.
El efecto psicológico también pesa: la población percibe que los precios “nunca bajan del todo”, lo que deteriora la confianza en el peso y fomenta la dolarización de ahorros.
Proyecciones de las consultoras: un año que cierra con tensión
Las principales consultoras económicas ya ajustaron sus pronósticos para el cierre de 2025.
El REM (Relevamiento de Expectativas de Mercado) del Banco Central ubica la inflación anual en 28,4 %, ligeramente por encima de lo previsto en agosto (26,8 %).
Los economistas coinciden en que los próximos meses podrían mostrar una leve desaceleración, pero advierten que el piso inflacionario se ha elevado.
Factores como los precios internacionales del petróleo, la estacionalidad de los alimentos y el ajuste de tarifas pendientes podrían impedir una baja sustancial.
Por ahora, la inflación núcleo (sin regulados ni estacionales) se mantiene en 1,9 % mensual, lo que indica que las presiones internas siguen vivas.
El dilema del Banco Central: sostener la tasa o fomentar el crédito
La autoridad monetaria enfrenta una disyuntiva clásica: mantener tasas altas para anclar expectativas o recortarlas para estimular el crédito y la actividad.
Con una tasa de política monetaria en 66 % nominal anual, el crédito a empresas y familias se mantiene en niveles mínimos.
Si bien las tasas reales positivas ayudan a evitar la fuga hacia el dólar, también encarecen la inversión y el consumo financiado.
El Gobierno busca un equilibrio: sostener el tipo de cambio controlado y reducir el costo financiero sin desanclar precios.
En este contexto, el BCRA lanzó un programa piloto de créditos productivos con tasas subsidiadas para pequeñas empresas, pero su efecto sobre la economía general aún es limitado.
El rol del tipo de cambio y los precios importados
La estabilidad cambiaria ha sido uno de los pilares del freno inflacionario en 2025, pero el panorama internacional podría cambiar.
El fortalecimiento global del dólar, las tensiones geopolíticas y la caída de exportaciones agrícolas complican la acumulación de reservas.
Si el BCRA se ve obligado a permitir una mayor depreciación del peso, los precios internos podrían verse nuevamente presionados.
Cada punto porcentual de devaluación se traduce, según los economistas, en entre 0,2 y 0,3 puntos de inflación mensual.
Por ahora, el Gobierno apuesta a un “deslizamiento controlado” del tipo de cambio oficial y a mantener bajo control los paralelos mediante intervenciones puntuales.
Comparación regional: Argentina frente a sus vecinos
Mientras la inflación interanual de Argentina se ubica en 31,8 %, los principales países de la región presentan cifras notablemente inferiores:
- Brasil: 5,2 %.
- Chile: 3,6 %.
- Perú: 2,9 %.
- Uruguay: 4,5 %.
Aunque la brecha sigue siendo amplia, Argentina muestra un avance respecto a los años previos, cuando la inflación superaba el 100 %.
El desafío ahora es consolidar esa tendencia sin generar recesión, algo que pocos países con historia inflacionaria lograron sostener.
Política fiscal: el ancla que define el éxito o fracaso
La política fiscal será determinante en los próximos meses.
El déficit primario ronda el 2,8 % del PIB, y el Tesoro sigue dependiendo parcialmente de la emisión monetaria para financiar gastos.
El ministro de Economía anunció un programa de recortes de subsidios y racionalización del gasto público, pero los analistas dudan de su aplicación plena ante las presiones sociales y políticas.
Si el ajuste fiscal se diluye, las expectativas inflacionarias podrían reactivarse rápidamente.
La credibilidad fiscal, en definitiva, será el factor que determine si el proceso de desinflación se consolida o se desvía.
El impacto social: inflación y desigualdad
La inflación no golpea a todos por igual.
Según la Universidad Católica Argentina (UCA), los hogares del primer quintil (los más pobres) enfrentan una inflación promedio 10 puntos superior a la media nacional, ya que destinan más recursos a alimentos y servicios públicos, los rubros que más suben.
Esto agrava la desigualdad: mientras las clases medias ajustan consumo, los sectores vulnerables retroceden en sus condiciones básicas.
La pobreza ronda el 39 % y la indigencia el 9 %, cifras que podrían empeorar si la inflación no cede.
Organizaciones sociales advierten que, sin políticas de ingreso más efectivas, la recuperación económica quedará concentrada en sectores de mayores recursos.
Riesgos para los próximos meses
A medida que se acerca el cierre del año, el panorama inflacionario podría verse afectado por varios riesgos:
- Rebrote cambiario si las reservas del BCRA caen.
- Reajustes tarifarios pendientes en transporte y energía.
- Clima político preelectoral que dificulte decisiones impopulares.
- Reclamos salariales que reactiven la puja distributiva.
- Contexto internacional incierto, con precios de commodities en alza.
En síntesis, aunque el Gobierno logró bajar la inflación del triple dígito, mantenerla en un dígito mensual estable sigue siendo un reto monumental.
Escenarios posibles hacia 2026
Las consultoras plantean tres escenarios para el próximo año:
- Escenario optimista: inflación promedio anual del 20 %, gracias a estabilidad fiscal y cambiaria.
- Escenario base: inflación del 25-27 %, con avances moderados pero persistentes.
- Escenario pesimista: rebrote inflacionario hasta 35 % si se combinan devaluación y desequilibrio fiscal.
Todo dependerá de la credibilidad del plan económico, la evolución del tipo de cambio y la capacidad del Gobierno para sostener un equilibrio político.
Estabilidad sin confianza no alcanza
Septiembre dejó claro que la inflación argentina es un fenómeno complejo, persistente y vulnerable.
El leve repunte de precios rompe la narrativa del éxito en la lucha contra la inflación y muestra que el país aún no ha logrado consolidar una estabilidad genuina.
Las políticas monetarias y fiscales han logrado frenar la hiperinflación, pero no la inercia.
El desafío ya no es sólo técnico, sino político y cultural: reconstruir la confianza de los ciudadanos, estabilizar el valor del peso y romper con la historia de inflación crónica que acompaña a la Argentina desde hace décadas.
Si el Gobierno logra mantener disciplina fiscal, controlar expectativas y evitar shocks cambiarios, el 2025 podría cerrar con una inflación más baja que la heredada.
Pero si las señales se mezclan o la política interfiere, el riesgo de un nuevo rebrote inflacionario seguirá latente.
Argentina avanza, aunque con pasos cortos y sobre terreno inestable.