
Brasil 2025 la inflación sube al 5,17 % impulsada por la energía eléctrica y desafía la meta del Banco Central
La economía brasileña enfrenta una nueva alerta inflacionaria.
El Índice Nacional de Precios al Consumidor (IPCA) registró un aumento del 0,48 % en septiembre, impulsado principalmente por el incremento en los precios de la energía eléctrica residencial.
Con este resultado, la inflación acumulada en los últimos doce meses alcanzó el 5,17 %, superando nuevamente la meta establecida por el Banco Central de Brasil (BCB), que había fijado un límite de 4,5 % para 2025.
Aunque algunos sectores, como alimentos y bebidas, mostraron leves descensos, el encarecimiento de la vivienda y los servicios básicos reaviva la preocupación sobre la sostenibilidad del crecimiento y el equilibrio entre política monetaria e inflación.
La energía eléctrica, principal impulsor del alza de precios
El dato más relevante del informe del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) es que el grupo de vivienda fue el que más contribuyó al aumento del índice, con una subida mensual del 2,97 %.
Dentro de este rubro, la energía eléctrica residencial tuvo un salto significativo del 4,59 %, atribuible a la activación de la “bandeira amarela”, un sistema de tarifas que eleva los costos cuando el nivel de los embalses cae y la generación hidroeléctrica disminuye.
Este mecanismo, creado para compensar el uso de fuentes energéticas más caras (como el gas natural o el carbón), impacta directamente en el presupuesto familiar y en los costos de producción industrial.
“El encarecimiento de la energía genera un efecto dominó: aumenta el costo de la vivienda, la producción de bienes y los servicios públicos”, explicó el economista André Braz, de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
El aumento energético se suma a otros gastos de servicios básicos como agua y alcantarillado (+1,75 %) y gas de cocina (+0,9 %), reforzando las presiones inflacionarias sobre los hogares brasileños.
Alimentos en descenso, pero aún caros
El componente de alimentos y bebidas, tradicionalmente el más sensible para las familias, registró una leve reducción del -0,26 % en septiembre.
La caída se debió a la mejora en la oferta de frutas y verduras, impulsada por condiciones climáticas favorables en el sur del país.
Sin embargo, algunos productos de la canasta básica —como arroz, carne vacuna y pan— siguen presentando aumentos interanuales de entre 5 % y 8 %.
Esto evidencia que, aunque el rubro alimentario ayudó a moderar el IPCA mensual, los precios continúan muy por encima del promedio histórico.
Para los sectores populares, el alivio es temporal. La Fundación Procon-SP estima que una familia de cuatro personas necesita casi 900 reales más al mes para mantener el mismo nivel de consumo que hace un año.
El desafío del Banco Central: inflación por encima del objetivo
El Banco Central de Brasil (BCB) se enfrenta nuevamente al dilema de equilibrar crecimiento e inflación.
Con el nuevo dato del IBGE, el IPCA anualizado llega al 5,17 %, por encima del centro de la meta (3 %) y del techo de tolerancia (4,5 %) establecido para 2025.
Para contener la presión inflacionaria, la autoridad monetaria mantiene la tasa Selic —su referencia de política monetaria— en el 15 %, su nivel más alto en dos décadas.
El presidente del BCB, Roberto Campos Neto, ha señalado que “la prioridad es consolidar el proceso de desinflación, aunque ello implique un crecimiento más lento”.
No obstante, los analistas advierten que un costo del crédito tan elevado podría frenar la inversión y el consumo, complicando la reactivación económica.
Contexto internacional: inflación energética global
El fenómeno brasileño no ocurre en aislamiento.
Los precios internacionales de la energía se mantienen volátiles por factores geopolíticos, como el conflicto en Oriente Medio y los recortes de producción de petróleo por parte de la OPEP+.
Aunque Brasil es menos dependiente del petróleo extranjero gracias a su matriz hidroeléctrica, la sequía prolongada ha reducido el caudal de los ríos, forzando un mayor uso de plantas termoeléctricas, más costosas y contaminantes.
Esta combinación de factores externos e internos refuerza la dependencia del país de la climatología y expone la vulnerabilidad de su estructura energética.
El ministro de Minas y Energía, Alexandre Silveira, anunció que el gobierno evalúa nuevos incentivos para fuentes renovables, especialmente solar y eólica, como medidas estructurales para reducir la volatilidad de precios a futuro.
Impacto social: el costo de vivir en Brasil
La inflación energética afecta de forma desproporcionada a las familias de bajos ingresos.
El Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada (IPEA) calcula que los hogares más pobres destinan hasta el 11 % de su presupuesto al pago de energía y transporte, mientras que los más ricos gastan menos del 3 %.
En las favelas y zonas rurales, los aumentos se traducen en una reducción inmediata del consumo básico, ya que muchas familias deben elegir entre pagar la luz o comprar alimentos.
Además, el incremento en tarifas de transporte público en ciudades como São Paulo y Río de Janeiro ha elevado el costo general de vida, reavivando protestas sociales.
Los sindicatos exigen revisar el salario mínimo, actualmente fijado en 1.515 reales (unos 275 USD), argumentando que su poder adquisitivo ha caído un 7 % en términos reales en el último año.
Reacción del gobierno de Lula da Silva
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva reconoció la presión inflacionaria, pero minimizó el riesgo de un descontrol.
Durante un discurso en Brasilia, Lula aseguró que su gobierno “mantiene el compromiso de proteger el poder de compra de los trabajadores” y reiteró que el Banco Central opera con autonomía, pero dentro de un marco de diálogo constante con el Ejecutivo.
El Ministerio de Hacienda, por su parte, anunció que podría mantener subsidios temporales al sector eléctrico si las lluvias no se recuperan en el último trimestre del año.
La medida, sin embargo, ha sido criticada por el mercado, que teme un mayor déficit fiscal y la pérdida de credibilidad en las metas de ajuste presupuestario.
La industria y el consumo interno comienzan a resentirse
Los efectos del alza de precios y de la política monetaria restrictiva se reflejan en la desaceleración del consumo interno y de la producción industrial.
Según la Confederación Nacional de la Industria (CNI), el sector manufacturero registró una caída del 1,3 % en agosto, acumulando tres meses de contracción.
El encarecimiento del crédito afecta especialmente a las pequeñas y medianas empresas, que representan el 60 % del empleo formal en el país.
Mientras tanto, el comercio minorista reporta una caída del 2 % en ventas interanuales, y el consumo de bienes duraderos (como automóviles y electrodomésticos) se desploma casi un 5 %.
“La economía brasileña enfrenta un círculo complejo: los precios altos obligan a mantener tasas elevadas, y las tasas elevadas frenan la economía”, resume la economista Mônica de Bolle, del Peterson Institute.
Perspectivas del mercado: inflación al cierre de 2025
Los analistas del mercado financiero, consultados por el Boletín Focus del Banco Central, prevén que la inflación cerrará 2025 en 4,8 %, todavía por encima del objetivo.
El crecimiento del PIB se estima en 2,16 %, por debajo del 3,4 % de 2024.
El real brasileño se mantiene estable en torno a R$ 5,10 por dólar, pero la confianza de los inversionistas ha comenzado a debilitarse.
Las agencias calificadoras aún consideran la deuda brasileña como “grado de inversión moderado”, aunque advierten que una política fiscal más expansiva podría revertir esa tendencia.
Los sectores que se espera mantengan dinamismo son agroindustria, energía renovable y exportación de commodities, mientras que el consumo interno seguirá lastrado por el alto endeudamiento de los hogares.
El papel de la sequía y el cambio climático
Detrás del aumento de los precios energéticos está la peor sequía en más de una década en la región centro-oeste de Brasil.
Los bajos niveles de los embalses hidroeléctricos redujeron la generación y forzaron el uso de combustibles fósiles, elevando costos y emisiones.
El fenómeno climático El Niño, que afecta la región desde 2024, ha generado una caída de hasta 35 % en los caudales de algunos ríos, según la Agencia Nacional de Aguas.
Esto evidencia la urgencia de diversificar la matriz energética y de invertir en resiliencia climática.
El gobierno ha anunciado el Programa Brasil Verde, con inversiones de 20.000 millones de reales en energía solar, eólica y bioenergía para el periodo 2026-2030.
El objetivo es reducir la dependencia hidroeléctrica y garantizar estabilidad de precios a largo plazo.
Repercusiones en América Latina
El repunte inflacionario en Brasil tiene un efecto de arrastre en la región, especialmente en países que dependen del comercio y las exportaciones hacia la economía brasileña.
Argentina, Uruguay y Paraguay podrían experimentar presiones cambiarias si el real se debilita o si el consumo brasileño disminuye.
Además, el encarecimiento de la energía en Brasil puede alterar los precios del Mercado Eléctrico del Cono Sur, donde los flujos transfronterizos de electricidad son frecuentes.
Los analistas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) señalan que “la estabilidad brasileña es crucial para contener una nueva ola inflacionaria regional”, dado su peso en la economía continental.
¿Qué viene para 2026?
Las proyecciones para 2026 son moderadamente optimistas.
Si el clima mejora y las lluvias recuperan los niveles normales, la inflación podría regresar al rango meta del Banco Central.
La reducción gradual de la tasa Selic comenzaría en el segundo trimestre de 2026, siempre que el IPCA se mantenga estable por debajo del 4 %.
El reto será sostener la credibilidad monetaria sin sacrificar el crecimiento.
Los expertos coinciden en que Brasil necesita reformas estructurales, especialmente en impuestos, logística y energía, para mantener la competitividad y reducir su vulnerabilidad ante choques externos.
La inflación vuelve al centro del debate
El repunte de la inflación en Brasil no representa un colapso, pero sí una señal de advertencia.
El aumento del 5,17 % interanual, impulsado por la energía eléctrica, revela la fragilidad de una economía que aún depende de factores climáticos y de una matriz energética concentrada.
Aunque el país mantiene una base sólida, con reservas internacionales altas y un sistema financiero robusto, la combinación de inflación, tasas de interés elevadas y crecimiento débil plantea un escenario desafiante para el gobierno de Lula da Silva.La pregunta clave es si Brasil podrá controlar la inflación sin frenar la economía, equilibrando su papel de potencia regional con las exigencias de estabilidad interna.
Por ahora, la luz más cara ilumina un futuro económico donde la energía, literalmente, cuesta más que nunca.