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Inflación en Colombia septiembre marca un nuevo tropiezo en el camino hacia la meta del 3 %

octubre 6, 2025
Inflación en Colombia septiembre marca un nuevo tropiezo en el camino hacia la meta del 3 %

Inflación en Colombia septiembre marca un nuevo tropiezo en el camino hacia la meta del 3 %

El comportamiento de los precios en Colombia continúa siendo un desafío para las autoridades económicas y los hogares. A pesar de los esfuerzos del Banco de la República y de una política monetaria restrictiva sostenida durante más de un año, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de septiembre registró un repunte que sorprendió a analistas y consumidores.

Aunque la inflación general se ha desacelerado frente al pico de 2023, los datos recientes indican que la convergencia hacia la meta del 3 % sigue siendo más lenta de lo previsto. Los factores estructurales, la volatilidad del tipo de cambio y las presiones sobre alimentos y servicios han reavivado la preocupación de los analistas sobre el ritmo real de desinflación.

Un año de avances parciales

Durante los primeros meses de 2025, la inflación mostró señales alentadoras. El costo de los alimentos se moderó y los precios de la energía se estabilizaron, permitiendo al Banco de la República iniciar una reducción gradual de las tasas de interés. Sin embargo, septiembre rompió esa tendencia.

El IPC mensual creció por encima de lo esperado, y la inflación anualizada se mantuvo cerca del 5,2 %, lejos de la meta oficial del 3 %. Según expertos consultados por Bloomberg Línea, este comportamiento representa “un tropiezo temporal, pero preocupante” en el proceso de convergencia inflacionaria.

Los factores detrás del tropiezo inflacionario

1. Rebrote en precios de alimentos

El principal impulsor del repunte inflacionario fue el aumento en el costo de los alimentos. Las lluvias asociadas al fenómeno de La Niña afectaron cultivos sensibles como papa, cebolla, frutas y hortalizas, generando distorsiones en la oferta.
Además, el encarecimiento de los insumos agrícolas y la subida del transporte de carga presionaron los precios en los mercados mayoristas.

2. Inflación de servicios más persistente

Los servicios educativos, de salud y vivienda mostraron incrementos significativos. La inflación subyacente, que excluye alimentos y energía, continúa anclada en niveles altos (alrededor del 5 %), lo que refleja una rigidez estructural en los precios de servicios vinculados a costos laborales y ajustes salariales.

3. Tipo de cambio y precios importados

El peso colombiano perdió valor frente al dólar durante el trimestre, encareciendo los productos importados. Esto impactó directamente el precio de combustibles, tecnología y bienes durables. Aunque la depreciación no fue tan fuerte como en 2022, bastó para añadir presión al índice general.

4. Ajustes tarifarios y costos de energía

Los incrementos en tarifas de servicios públicos, especialmente en energía y gas, también aportaron al alza del IPC. Algunas regiones del Caribe registraron variaciones superiores al promedio nacional, lo que amplió la desigualdad regional en el impacto inflacionario.

El papel del Banco de la República

El Banco de la República ha mantenido una política prudente. Desde 2023, inició un ciclo de reducción de tasas, pero de forma muy gradual. La tasa de intervención se ubica actualmente en torno al 9 %, aún en terreno restrictivo.

El mensaje de la autoridad monetaria es claro: no se deben bajar las tasas de forma acelerada mientras la inflación subyacente siga por encima del 4 %. El gerente del Banco, Leonardo Villar, ha reiterado que “la prioridad es asegurar que la convergencia hacia la meta sea sostenible, no improvisada”.

Sin embargo, algunos analistas creen que la política monetaria ya está generando efectos de enfriamiento económico, lo que podría desacelerar el consumo y la inversión si no se ajusta oportunamente.

El desafío de la desinflación estructural

El verdadero reto para Colombia no está en los picos temporales del IPC, sino en las causas estructurales que impiden un descenso más rápido:

  1. Altos costos logísticos y de transporte, que encarecen la distribución de alimentos y bienes básicos.
  2. Rigidez del mercado laboral, con incrementos salariales por encima de la productividad.
  3. Alta indexación de precios, es decir, el ajuste automático de tarifas, rentas y contratos con base en la inflación pasada.
  4. Vulnerabilidad climática, que provoca volatilidad en la oferta agrícola.
  5. Expectativas inflacionarias elevadas, que dificultan anclar los precios a la meta del 3 %.

Estos elementos convierten a la inflación colombiana en un fenómeno de raíz múltiple, donde los factores monetarios son solo una parte del problema.

Impacto en el poder adquisitivo y el consumo

La inflación sigue golpeando el bolsillo de los colombianos. Según el DANE, los hogares de ingresos bajos y medios son los más afectados, ya que destinan una proporción mayor de su gasto a alimentos y transporte, los dos rubros con mayores alzas.

La pérdida de poder adquisitivo se traduce en una contracción del consumo privado, que ha sido el principal motor del crecimiento en los últimos años. Las familias reducen compras no esenciales, postergan inversiones en vivienda y priorizan el pago de deudas.

Comerciantes y empresarios también lo sienten. Las ventas minoristas muestran una tendencia a la baja, mientras los costos operativos suben. Esto crea un entorno de estanflación moderada, donde la economía crece poco y los precios siguen altos.


Comparación regional: ¿cómo está Colombia frente a otros países?

Colombia no es el único país latinoamericano que enfrenta obstáculos en su proceso de desinflación. Sin embargo, su ritmo de ajuste ha sido más lento que el de economías vecinas:

  • Chile logró llevar su inflación anual a niveles cercanos al 3,5 %.
  • Perú mantiene una inflación controlada en torno al 2,8 %.
  • México avanza más despacio, con cifras similares a las colombianas (5 %).

Esto sugiere que, si bien el fenómeno es regional, la estructura interna colombiana hace más difícil alcanzar la meta del 3 % en el corto plazo.

¿cuándo se alcanzará la meta del 3 %?

La mayoría de analistas proyecta que la inflación cerrará 2025 entre 4,8 % y 5,2 %, lejos del objetivo. Para 2026, si las condiciones climáticas y cambiarias se estabilizan, podría descender gradualmente, acercándose a 3,5 %.

Sin embargo, el aumento del salario mínimo de 2026 será determinante. Si el ajuste supera el 10 %, el efecto indexador podría prolongar las presiones inflacionarias hasta 2027.

El rol de la política fiscal

Mientras el Banco de la República se concentra en la política monetaria, el gobierno enfrenta el desafío de mantener disciplina fiscal sin frenar la reactivación.
El déficit público, aunque en descenso, aún limita el margen para subsidios o alivios a los precios.

Programas como el congelamiento parcial de tarifas eléctricas o los subsidios al transporte urbano han ayudado a contener aumentos temporales, pero también generan presiones sobre el presupuesto. Los economistas advierten que una política fiscal expansiva podría neutralizar los esfuerzos del banco central.

Expectativas del mercado y confianza empresarial

El mercado financiero interpreta la reciente cifra de inflación como un “recordatorio” de que el proceso de ajuste será más largo.
Los bonos indexados a inflación (UVR) mantienen una alta demanda, reflejo de la desconfianza en la convergencia rápida.
Además, la encuesta de expectativas del Banco de la República muestra que los analistas esperan una inflación del 4,5 % al cierre de 2026, aún por encima de la meta.

El sector empresarial, por su parte, pide estabilidad y claridad. Las tasas de interés altas siguen restringiendo el crédito, y los costos de producción no ceden al ritmo esperado. En consecuencia, la inversión privada sigue contenida.

Consecuencias sociales de la inflación persistente

Más allá de los números macroeconómicos, la inflación tiene un impacto directo en el bienestar social.

  • Los hogares más vulnerables enfrentan inseguridad alimentaria y deterioro del poder adquisitivo.
  • El empleo informal se expande, especialmente en sectores urbanos.
  • El ahorro se erosiona, desincentivando la inversión familiar y empresarial.

En términos sociales, el riesgo más alto es el estancamiento del ingreso real: los salarios suben nominalmente, pero pierden valor frente al costo de vida. Esto amplía la brecha entre regiones y clases sociales, y puede aumentar la presión política sobre el gobierno.

Inflación subyacente vs. inflación total

Los economistas distinguen entre inflación total (IPC general) y subyacente (que excluye alimentos y energía).
Aunque la inflación total ha bajado, la subyacente permanece rígida, lo que evidencia un problema de inercia inflacionaria.

En palabras de los analistas del BBVA Research, “la inflación colombiana se comporta como una roca: difícil de mover sin un cambio estructural profundo”.

Este tipo de inflación suele responder más a expectativas y salarios que a choques externos, por lo que requiere reformas institucionales, no solo decisiones monetarias.

¿Qué puede hacer el Gobierno?

El Ejecutivo tiene un papel fundamental en este proceso. Algunas medidas recomendadas por los expertos incluyen:

  1. Reducir la indexación automática de contratos y tarifas públicas.
  2. Impulsar la productividad agrícola, mejorando infraestructura y acceso a crédito.
  3. Fortalecer la competencia interna, para evitar abusos de precios.
  4. Promover la educación financiera, ayudando a la población a proteger su ahorro.
  5. Coordinar políticas fiscales y monetarias, evitando contradicciones entre gasto público y control inflacionario.

Estas medidas, combinadas con un entorno internacional más estable, podrían acelerar el regreso de la inflación hacia niveles normales.

El efecto del entorno internacional

El precio del petróleo, el comportamiento del dólar y las tasas de interés globales también influyen.
Si la Reserva Federal (Fed) mantiene una política restrictiva, los capitales seguirán saliendo de economías emergentes, depreciando el peso y aumentando el costo de importaciones.

Por el contrario, una eventual reducción de tasas en EE. UU. en 2026 podría aliviar parte de las presiones externas sobre Colombia, fortaleciendo su moneda y reduciendo el componente importado de la inflación.

Un camino largo pero posible

Colombia enfrenta un proceso de desinflación más complejo de lo anticipado, marcado por rigideces estructurales, choques climáticos y dependencia de importaciones.
Sin embargo, la tendencia general sigue siendo positiva: la inflación ya no crece al ritmo de 2022-2023, y el Banco de la República mantiene credibilidad.

El país está en una fase de transición: salir de la crisis inflacionaria sin sacrificar el crecimiento. Lograrlo requerirá prudencia, coordinación entre políticas y compromiso político con la estabilidad macroeconómica.La meta del 3 % no es imposible, pero sí exigirá paciencia y consistencia. El verdadero desafío será mantener la confianza de los consumidores y del mercado, en un contexto donde cada dato mensual se convierte en un termómetro de la economía nacional.